
Esbozaba una sonrisa misteriosa, mientras se dirigía a la playa balanceando su bolsa repleta de tesoros.
Pensaba en el sol, que sentía ya, recorriendo sus brazos con su eterna calidez, pensaba en el agua fresca que calmaría sus fuegos, esos que la carcomían llenando de culpas sus pensamientos.
Pensaba en su libro, que reposaba en el fondo, esperando ser leído y transformado
Solo eran planes, un día cualquiera, un momento particular.
Al llegar espesas nubes arropaban al sol, el mar había perdido su azul, y vestía de plata, era una paisaje totalmente diferente al que ella esperaba encontrar y asombrada se dejo envolver de lluvia igual que aquel día adolescente cuando desafió a la naturaleza convirtiéndose en parte de ella.
Las frías gotas la hicieron reaccionar y se desprendió de los excesos que la alejaban de compartir esa comunión con la vida.
Piel y naturaleza se fusionaron, el agua se deslizaba bautizando cada espacio y ella sonreía, creando música entre su risa y los truenos.
Corrió al mar, el agua más tibia que la lluvia creaba un nuevo contraste, la brisa erizaba su piel, el mar la consolaba y ella se sentía parte de una pintura fresca aun, mutante tras los desvaríos de un extraño artista.
Ahora los montes lejanos cambiaban de color, se tornaban rosados y las oscuras nubes se desplazaban veloces para alcanzarlos, y el pintor volvía a cambiar sus pinceles y eran otros montes, y otros cielos.
Solo fue una tarde de lluvia, disfrutada intensamente.
Pensaba en el sol, que sentía ya, recorriendo sus brazos con su eterna calidez, pensaba en el agua fresca que calmaría sus fuegos, esos que la carcomían llenando de culpas sus pensamientos.
Pensaba en su libro, que reposaba en el fondo, esperando ser leído y transformado
Solo eran planes, un día cualquiera, un momento particular.
Al llegar espesas nubes arropaban al sol, el mar había perdido su azul, y vestía de plata, era una paisaje totalmente diferente al que ella esperaba encontrar y asombrada se dejo envolver de lluvia igual que aquel día adolescente cuando desafió a la naturaleza convirtiéndose en parte de ella.
Las frías gotas la hicieron reaccionar y se desprendió de los excesos que la alejaban de compartir esa comunión con la vida.
Piel y naturaleza se fusionaron, el agua se deslizaba bautizando cada espacio y ella sonreía, creando música entre su risa y los truenos.
Corrió al mar, el agua más tibia que la lluvia creaba un nuevo contraste, la brisa erizaba su piel, el mar la consolaba y ella se sentía parte de una pintura fresca aun, mutante tras los desvaríos de un extraño artista.
Ahora los montes lejanos cambiaban de color, se tornaban rosados y las oscuras nubes se desplazaban veloces para alcanzarlos, y el pintor volvía a cambiar sus pinceles y eran otros montes, y otros cielos.
Solo fue una tarde de lluvia, disfrutada intensamente.